Millones de trabajadores entran diariamente en espacios confinados como parte de sus tareas laborales. Muchos lugares de trabajo contienen áreas que se consideran "espacios confinados", que no están destinados a una ocupación continua pero que son lo suficientemente grandes como para que los trabajadores entren y realicen las tareas requeridas. Durante las paradas, los reacondicionamientos y las interrupciones, la frecuencia -y los riesgos asociados- de una entrada en un espacio confinado (CSE) aumentan significativamente. Es esencial gestionar los entornos de trabajo en espacios confinados y mitigar los riesgos asociados, como la visibilidad y comunicación limitadas, las atmósferas peligrosas y la entrada/egreso limitados. Con el aumento de contratistas en las obras para encargarse de las pruebas de gases, la instalación de equipos de ventilación y la supervisión de los espacios confinados, se forman nuevos cuellos de botella.
Según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS), dos o más personas mueren cada semana en Estados Unidos por lesiones corporales sufridas en incidentes en espacios confinados. Se calcula que el 60% de las personas que murieron en espacios confinados lo hicieron mientras intentaban rescatar a compañeros de trabajo.
La mayoría de las industrias todavía realizan la supervisión de los espacios confinados de la forma tradicional, que consiste en asignar un encargado de seguridad para supervisar cada entrada. Además de ser costoso e ineficaz, esto limita la capacidad del vigilante de espacios confinados para supervisar tanto la actividad de los trabajadores como la atmósfera dentro del espacio confinado. Con la creciente escasez de mano de obra, encontrar personas cualificadas para realizar este trabajo de supervisión es todo un reto.